Miedo

"Se secó la lista; se quebró la vara de mimbre. Ya casi todos volvieron a asumir que no conviene expresarse públicamente; menos aún, sobre lo que a todos nos interesa, y en chileno. Que si quieres seguir siendo académico, más te vale limitarte a publicar en inglés, y como exige el International Scientific Indexing (ISI)."

Frase robada desde el blog de Andreas Polymeris (https://infsoudectesting.wordpress.com) que me sirve para introducir un tema complicado que está en la base de toda la llamada desidia o apatía del chileno medio y que vemos muy patente hasta en ambientes "académicos".
En realidad se puede apreciar que de "apatía" hay bien poco, mas bien es negación a la manifestación pública de ideas propias o de disentir con lo que se impone como valioso desde parámetros estandarizados que miden que tan productivo es uno. Ahora, esta negación tampoco se podría decir que responde a un individualismo profundo, como el de los liberales extremos, sino que más bien responde al "acomodo", al sentir que la docilidad frente al "patrón" reditúa en beneficios, en prestigio, reconocimiento y escalamiento en una carrera que implica ojalá no desconcentrarse en cosas "inútiles" como pensar en por qué (realmente) se hace lo que se hace, a quienes beneficia mi actividad o qué espera la comunidad de nuestra labor.
Todo eso bajo la gran certeza de que es mejor no decir mucho para no tener problemas en la pega...problemas que podrían ir desde cosas más bien superfluas como no ser "favorito" para alguna designación o cosas mayores por "necesidades de la empresa".
Los jóvenes están un poco más liberados de aquello...pero sólo un poco, ya que igual sienten la represión o el desprecio por manifestarse abiertamente en discrepancia, en actitud crítica o "patudamente" de igual a igual con alguna autoridad o profe. La ventaja comparativa es que son jóvenes y, en general, su sobrevivencia inmediata no depende de estar estudiando, de hecho es un gasto. En ese sentido, incluso pueden atribuirse el hecho de ser clientes de la empresa, aunque en este caso el cliente no tiene la razón.
El miedo finalmente trabaja en favor de lo establecido, tornando cada vez más mediocre la calidad de la discusión hasta el punto de que ya no se discute y se naturalizan situaciones que en sociedades sanas serían altamente cuestionables o simplemente sería imposible que ocurrieran. Hasta se llega al punto en que la discusión y la discrepancia son vistas con desagrado y a quien la practica se le atribuye ser "odioso" o movido por algún oscuro fin político. De esta manera, es la sociedad en su conjunto la que va mermando sus opciones de desarrollo y bienestar, ya que se frena el principal medio de cultivo para nazcan las ideas y los cambios que hacen evolucionar a una comunidad. Así, el miedo ejercido mediante el sometimiento directo o solapado, paraliza y reduce a lo mínimo las opciones de crecimiento integral.



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