Ciencia Pública
Dentro de la coyuntura actual que ha planteado con fuerza la necesidad de cambiar el rumbo del Proyecto Educativo Chileno en pos de un camino que se abra, acoja e incorpore la sabiduría y las necesidades de la gente, se hace también necesario abrir un debate sobre la necesaria transformación de las políticas de Ciencia y Tecnología, un ámbito absolutamente ligado a la educación y al desarrollo.
En este aspecto, con lo que primero nos encontramos es con la evidente carencia de recursos aportados por el Fisco para la formación de masa crítica y el desarrollo de proyectos de investigación, Centros de Investigación y, finalmente, apoyo al desarrollo de la ciencia libre y autónoma.
¿Le suena familiar este problema?
Resulta bastante similar esta problemática con la de todo el sistema educativo, y esa ligación es aún mayor cuando uno se da cuenta que el salario de los investigadores en Chile lo paga en un alto porcentaje el bolsillo de la familias chilenas a través del endeudamiento. Si consideramos que el aporte fiscal a las Universidades complejas no pasa del 10%, no sería aventurado pensar que alrededor del 90% del salario de la masa crítica de investigadores en Chile (concentrado en 5 Universidades complejas) proviene desde las familias.
En decir, el Estado Chileno no solo no se hace cargo de la Educación pública superior, sino que tampoco se hace cargo de lo esencial para el desarrollo de la ciencia y la tecnología (esencial también para ser un país desarrollado), que es la mantención de los “cerebros” encargados de analizar, razonar y buscar las soluciones pertinentes para orientar el camino de las políticas públicas en todos los ámbitos.
Ahora, ¿cuál es el peligro de que esos aportes no existan y sean cada vez menores?
El mismo peligro que acecha en todos los ámbitos: la entrada indiscriminada del aporte privado para financiar los proyectos y sueldos de los científicos nacionales. Eso obviamente conlleva un sesgo al desarrollo científico de los investigadores que trabajen bajo los intereses de empresarios cuyo objetivo final es lograr un beneficio particular, alejado del beneficio público que debiera ser el fin último de la ciencia en si misma.
¿Qué libertad tendrán los científicos que se desarrollen en un parque científico-tecnológico financiado casi en su totalidad por la industria privada?
A eso hay que sumar las políticas de patentes y desarrollo de negocios a partir de ideas (Ideas Incuba, Proyectos INNOVA, FONDEF, etc.) que han potenciado los gobiernos nacionales los últimos 10 años, iniciativas que no hacen mas que privatizar lo último que está quedando de dominio público que es la creación científica y el surgimiento de ideas a partir de nuevo conocimiento.
Es decir, si antes lo que se fomentaba era que el científico creara nuevo conocimiento para que lo publicara y fuera posible liberar ese conocimiento a la comunidad científica, hoy se fomenta que con ese conocimiento genere una idea que pueda ser comercializada y vendida al mejor postor. El que tenga dinero que pague por este conocimiento, ni pensar en usarlo en políticas públicas de salud, educación o desarrollo industrial.
Todo sería muy diferente si el Estado asumiera el compromiso de desarrollar políticas públicas de desarrollo científico y tecnológico, potenciando el compromiso del científico en buscar soluciones a problemas del sistema de salud pública, generar centros de desarrollo farmacológico y terapéutico para el beneficio de la gente, sin intermediarios como la industria farmacéutica, generando tecnologías que beneficien las condiciones laborales del trabajador, potenciar el desarrollo de tecnologías regionales que permitan el surgimiento y desarrollo de la propia industria regional, etc.
El conocimiento y la capacidad intelectual existen, el problema es que hasta ahora el mundo científico en Chile ha sido utilizado para la conveniencia del gobierno de turno y los científicos han seguido el camino que les han trazado los tecnócratas persiguiendo el tan anhelado financiamiento para hacer lo que mas nos gusta que es “crear” conocimiento. La pregunta que hay que hacerse es ¿para quién creamos este conocimiento???
Es momento en que dejemos el interés particular y asumamos el rol que nos corresponde para permitir el avance del pueblo, única forma de lograr la equidad y la sabiduría social que nos conduzca hacia el desarrollo. De esa manera, podremos utilizar nuestra acumulación de conocimiento y el método científico en servicio de los intereses públicos que van en directo beneficio del bienestar de la gente.
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